martes, 20 de octubre de 2009

En una tierra que agoniza



Una tonelada de desconsuelo se aloja en mis tobillos
corroídos por un tiempo muerto.
La hoja seca cae sobre el ayer dormido.
El rosario brilla en las manos del creyente.
Triste historia concebida entre cenizas de otoño.
Un mar en calma rompe el hechizo.
No es de noche, ni de día. Aquí no existe el tiempo.
Un latido se escucha a lo lejos.
Ojos cercados por el fuego.
Yo, en medio de la nada que responde sin pregunta precisa.
La lluvia fina se concentra en la tinaja.
La rama seca se desprende.
Con las manos atadas, imploro libertad. La luz negada.
No escucho respuesta.
Sigue el silencio surcando esa línea que limita el horizonte.
Yo, ausente y presente, en una tierra que agoniza.

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